Del anecdotario paterno
La anécdota. A veces fluye sabrosa como esos mezcales con elocuente sabor a gusano. En otras se entrecorta cuando la memoria debe vencer al fantasma de las pedas pasadas. Las hay para burlarse de sí mismo, del amigo, para dar el avión con un “qué cabrón” o dar constancia de su verdadera cualidad anecdótica con un “¡no mames!”. El domingo pasado mi padre (quien habla menos que yo, si eso es posible) tuvo el tino de recordar una anéctdota, literalmente sabrosa y bizarra, mientras almorzábamos barbacoa ern Texas.
Resulta que hace unas décadas, en uno de tantos torneos de frontón con pala que se organizaban en Texcoco, se decidió dar un banquete especial luego de terminada la competencia. Sentados a la mesa, cada uno de los participantes recibió sobre su plato –cual Salomé hechida de venganza– la cabeza de un cordero. Una cabeza entera para hincarle tenedor y cuchillo al gusto ante la mirada atónita… del borrego.
¡Gran anécdota! Digana de campeones con espíritu romano.
El puro bacanal texano. Es una lástima que no haya foto. O tal vez sí.
Juanito Y los Corderos van al mismo estilista, fashionistamente bíblico
La barbacoa que sólo he probado es la de perro callejero, deliciosa ;).
La del CHow Chow debe ser supreme… El cordero estilita tentado por la Diablo.
Rayos me acabo de dar cuenta que parece que me refería al «politico» de iztapalapa, pero yo habalaba de Juanito Bautista, iré a darme once mil azotes con trenzas de mujeres vírgenes remojadas en vino de consagrar
Y que luego las sequen con sus prístinas lenguas.