El Moro de Cumpas
No hace falta encerrar la brújula en una botella y tirarla al mar para saber que el viento no sabe de puntos cardinales. Tampoco es necesario vagar 40 días y 40 noches en el desierto para ver un espejismo. No, el espejismo –como el aire– te golpea la cara un día cualquiera para beneplácito del insomnio. Es tan real como el corazón de un caballo que late en el hipódromo. ¿Y si el espejismo es tan hermoso, cómo no querer verlo a los ojos?
Los espejismos son ese mundo perfecto que sólo en un estado semionírico podemos vislumbrar.
Los mundos perfectos no existen.
Y eso es lo mejor, que sea impredecible, que llegue súbitamente. Lo planeado no sabe tan bien como lo inesperado.
La granizada repentina, el tsumani fantasma, cómo no. Lo inesperado.
Deveria almacenar el espejismo en una botella por 40 dias y 40 noches para evitar que el viento lo borre de mi recuerdo…
Tsss, sí, cuaal alquimista, ¿en qué se convertiría?