Lesbiana de clóset
La memoria es una lesbiana muy caliente. Dígase nostalgia, alegría, accidente de crucero, primer orgasmo, la memoria es una nena insaciable, ninfómana con vestido de coctel y bolso de mil dólares. Es una loca que ataca al grado que algunos recuerdan “las formas de las nubes australes del amanecer del 30 de abril de 1882”. Memoria inasible, putísima madera bajo una lupa de 3 metros de diámetro, sabes de invasiones en el miedo de las madrugadas, del que no sólo recuerda “cada hoja de cada árbol de cada monte, sino cada una de las veces que la había percibido o imaginado”. Memoria inocente, animal silvestre que tiembla enamorado en los abrevaderos, calma nuestra sed con tus ramas de pólvora para volar en mil pedazos con la caricia de aquel recuerdo.
Nota: los entrecomillados son de ‘Funes el Memorioso’, de Jorge Luis Borges, si bien recuerdo.
«Mi madre y mis tías les decían tramposas a las prostitutas» Por lo tanto entiendo que la Memoria es muy Tramposa. Hay Don Xavier
Tiene trampas para oso y otras meramente gozosas.
Olvidas mencionar que la memoria es traicionera y no tiene lealtad. Cuando ya te has propuesto olvidar algo, la memoria te ignora y de pronto la sorprendes trayendo de la tumba recuerdos que ya se daban por muertos y agusanados.
Y entre cadáveres, a veces uno termina asfixiándose… dulcemente culposo, pero asfixia nevertheless.
La gran puerca y sus arenas movedizas.